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Firmados del 29 al 30 de septiembre de 1938, la conferencia de Munich representa un antes y un después en la historia checa. Conocida como la traición de Munich, los checoslovacos serán obligados a ceder sus territorios fronterizos, los llamados «Sudetes alemanes«, a Alemania. En aquella reunión, se encontrarán los representantes de Italia con Benito Mussolini, Alemania con Adolf Hitler y su traductor Paul-Otto Schmidt, Francia con Édouard Daladier y Gran Bretaña con Neville Chamberlain.

La Conferencia de Múnich

Antecedentes a la conferencia de Munich

Tratados de Versalles

Los acuerdos de Versalles en 1919, surgidos tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, dejaron a Alemania en una situación, no solo de derrota, sino de desventaja con respecto a los demás países de Europa. Las increíbles cuantías económicas, la desmantelación de los ejércitos alemanes, las pérdidas de parte de su territorio o las cuotas de producción impuestas como multa por haber perdido la guerra, sirvieron de base y excusa para el devenir de la historia.

Alentando a las masas, con el sueño de salir de la crisis que azotaba el país, Adolf Hitler convenció al pueblo. Tras acordar la suspensión de pagos de los derrotados tras la guerra, y condonación de la deuda en la Conferencia de Lausana en 1932, alcanzar de nuevo la gloria y comenzar la creación del nuevo imperio alemán era posible. La llegada del nuevo Canciller en 1933 al frente del Partido Nacionalista Obrero Alemán, hizo que la gente volviera a creer que Alemania resurgiría de sus cenizas. De esta forma, con la recuperación de su economía y en secreto, se inició la militarización y el rearme completo de los germanos, violando abiertamente el Tratado de Versalles.

Salida de la Sociedad de Naciones

Este organismo se creó también en los tratados de Versalles, como regulador de las relaciones internacionales y mantenimiento de la paz tras la primera guerra mundial. Alemania formaría parte de dicha sociedad desde el año 1924, pero la abandonaría en 1933 a la llegada al poder de Adolf Hitler.

Los primeros pasos para la creación del Tercer Reich se dirigían hacia el resurgimiento individualista de una sociedad entonces decadente. El seguimiento de unas reglas impuestas por parte de los que no entienden al pueblo alemán resultarían un inconveniente para la consecución del objetivo final. El siguiente paso: La reunificación de los territorios germanos.

Expansión de las tropas alemanas por Europa

Desde 1935 se proclamó instaurado el servicio militar en Alemania. A partir de 1936 con una «Wehrmatch» completa, se invadirá la parte este del rio Rin, la llamada Renania, que había quedado desmilitarizada tras el pacto de Versalles. Aunque este paso fuera condenado por Francia y Gran Bretaña, ya que violaba abiertamente el Tratado de Versalles, no tuvo mayores consecuencias. Sin embargo, los alemanes acercarían las fronteras con Bélgica y Francia preparando la siguiente jugada.

La misión encomendada por el gobierno británico a Lord Halifax, en noviembre de 1937, estableció una política de apaciguamiento y comprensión a las necesidades alemanas de igualarse con el resto de potencias europeas. Extraoficialmente se entrevistaría con Adolf Hitler para conocer la disposición negociadora de Alemania. Su posición y la del Gobierno Británico será la de no oponerse a una posible anexión de territorio siempre y cuando se realice de forma pacífica y de mutuo acuerdo entre las partes.

Quedó demostrada entonces la debilidad de la Sociedad de Naciones. A pesar de considerarse como el último baluarte de la democracia de Europa, las continuas desavenencias alemanas y violación de las normas impuestas no obtendrían castigo.

Anexión de Austria

Después de dos años realizando una intensa propaganda, la popularidad del Partido Nacionalista Obrero Austriaco fue en aumento. Con un país en horas bajas tras la Gran Depresión, y la promesa de que junto a Alemania levantarían cabeza, dar de lado al tratado de Versalles era cuestión de tiempo. A pesar del rechazo del gobierno de entonces, encabezado por Kurt Schuschnigg, el ultimátum de Adolf Hitler al Canciller austriaco supuso la chispa que prendería la llama.

El llamado «Anschluss» (anexión a Alemania) se completaría bajo la promesa de que la unión hace la fuerza. Una nueva provincia alemana sería creada. Se perdonaría la violencia de los activistas germanos, exaltados por querer vivir bajo ideales nacionalsocialistas y se abrazarían los mandatos de los alemanes. Bajo el paraguas del Tercer Reich los territorios austriacos quedan anexionados el 11 de marzo de 1938.

Así que era cuestión de tiempo. Las fronteras germanas en su prolongación abrazaban cada vez más a las tierras checas. Los pueblos más cercanos a las lindes fronterizas comulgaban con las mismas ideas que los alemanes. No en vano, sus habitantes pertenecían a la etnia germana. La siguiente pieza del puzle, la desmembración de la superficie checoslovaca, y su posterior anexión estaba cada vez más cerca.

Conferencia de Múnich

Qué son los Sudetes

Los Sudetes alemanes o «Sudetenland» son aquellos territorios fronterizos de la República Checoslovaca correspondientes a Bohemia y Silesia. Ubicados en la cordillera norte del país, constituían una superficie donde convivirían unos tres millones de personas. En su mayoría fueron habitantes germanos, compartiendo dicho sistema montañoso con el resto de etnias eslavas que compusieron el país, tras la creación de la República al final de la Primera Guerra Mundial.

Aunque intentaron adherirse a territorio Austriaco tras la guerra, se incluyeron en la superficie de la República Checoslovaca tras el tratado de Saint-Germain en 1919. Aun ignorando las recomendaciones de la Conferencia de Paz de París, que ponía sobre la mesa los posibles problemas de los germano-hablantes y los eslavos, acabarían formando parte de la Primera República.

Completamente industrializadas y desarrolladas, dichas zonas se dedicaban en su mayoría a la exportación de diferentes productos como el vidrio (cristal de Bohemia), juguetes o papel. Después de la creación de la República, convivirán no sin problemas entre ambas etnias, aunque sin disputas importantes. No será hasta la década de los 30, que la crisis y el desempleo en los mercados mencionados, hará que la idiosincrasia de sus habitantes se radicalice en exceso exigiendo el «pangermanismo» que prometía Adolf Hitler: La integración de todos los pueblos germanos.

Partido Alemán de los Sudetes

Creado a raíz de la crisis que afectaba a Europa, en 1933 se crea el Partido político Sudetoalemán, o Partido Alemán de los Sudetes. Aprovecharán la diferencia étnica para promover un estado federal independiente al checoslovaco, con el objetivo de salir de una situación que afectaba demasiado a las que deberían ser tierras germanas. Dicho estado fue rechazado por el gobierno checoslovaco, pero la idea caló profundamente en la población alemana del país.

La responsabilidad de estar en la situación de crisis recayó fundamentalmente en las autoridades checoslovacas que fueron consideradas incompetentes. Cada vez más ciudadanos se ponían en contra a vivir en un estado que no consideraban como suyo. Con ese respaldo popular y la clara victoria en las elecciones parlamentarias de 1935, el Partido Alemán de los Sudetes tenía muy claro que aprovecharía el momento.

Su líder Konrad Henlein y uno de sus miembros destacados Karl German Frank, hicieron suya la ideología nazi promovida por Adolf Hitler, para afianzarse en el poder y alentar aún más a las masas germanas. Todo ello con el único objetivo de adherir los Sudetes a territorio alemán. Actuando muy rápido tras la anexión con Austria, se promulgaron los decretos de Karlsbad (Karlovy Vary) en abril de 1938, para tener libertad absoluta en abrazar las ideas del Tercer Reich y adoptar el separatismo.

Mapa del Protectorado de Bohemia y de Moravia
Territorios Checoslovacos y la pérdida en azul de los Sudetes Alemanes.

Pérdida de aliados y apoyo al Tercer Reich

Desde Berlín, la orden estaba dada. Alentarán a Henlein para que las reivindicaciones fueran más frecuentes y con mayor entusiasmo. Aunque el presidente checo Edward Beneš se esforzaba por alcanzar una solución pacífica, la única forma de solventar la situación acabaría por desmembrar Checoslovaquia.

Aprovechando las protestas, también entró en escena parte de los ciudadanos eslovacos, a cuyo frente se encontraba el partido de extrema derecha de Andrej Hlinka. Envalentonados tras la presión que ejercían los sudetes, también mostrarán su apoyo contra el gobierno y la destrucción de la República. Cada vez más más invitados bebían de la copa del nazismo.

Pero Adolf Hitler quiere más. No se contentará con los territorios de su amada Austria ni con las palabras de sus queridos aliados. Busca añadir los sudetes a su cerco checoslovaco. La recuperación de territorio alemán debía consumarse cuanto antes fuera como fuera. La movilización de tropas en las fronteras checoslovacas metería presión a un conflicto bélico con epicentro en Europa.

Misión: Evitar la guerra

La anexión de Austria causó preocupación en Gran Bretaña y Francia, pero fue la actitud implacable de Adolf Hitler la que causó más revuelo. Muchos ciudadanos austriacos estaban en contra del régimen nazi, y comenzaron a emigrar hacia checoslovaquia, pero los que se quedaron lo hicieron vitoreando el nuevo régimen. Estaban completamente entusiasmados.

A la vez, en el oeste de Europa, tanto Francia como Inglaterra querían mantener la paz. La respuesta contra las acciones alemanas no podía ser precipitada. Incluso el primer ministro francés, Édouard Daladier, llegó a Londres para pedir una respuesta contra el Tercer Reich, poseedor de un pacto de apoyo a Checoslovaquia, exigiendo a Londres su ayuda en detrimento de Hitler.

A pesar de que habían ofrecido protección a la República Checoslovaca tras la primera guerra mundial, mantener a salvo sus fronteras y evitar la guerra era el objetivo principal. La crisis debía resolverse en favor de Adolf Hitler, aún sacrificando uno de sus aliados, siendo los checoslovacos los que tienen que hacer concesiones por el bien de Europa.

Comisión de Lord Walter Runciman

Mientras, la presión al gobierno británico por parte alemana para que tome una decisión pacífica comienza a aumentar. La creencia de un ataque aéreo inminente contra Londres obliga a actuar de forma inmediata para aplacar la crisis. Por ello, y bajo orden del Primer Ministro Británico Neville Chamberlain, se enviará a finales de agosto de 1938 una pequeña comisión comandada por Lord Walter Runciman, para comprobar la situación de los radicales germanos. 

Engañados por el partido alemán de los Sudetes, que reportará datos falsos a sus integrantes, como la barrera del idioma por parte de los funcionarios, la predilección de empresas checoslovacas en asignación de contratos de Estado y la consideración de los checoslovacos como «invasores» de tierra alemana, se llega a una conclusión muy clara: Los Eslavos y los Alemanes no pueden convivir en un sólo estado.

La premisa por parte alemana estaba muy clara. La presión todavía incrementaría un poco más cuando Adolf Hitler puso fecha límite a la inclusión del territorio. El día 1 de octubre los sudetes serían alemanes incluso si se debía llenar de sangre los campos de Europa. 

29 y 30 de Septiembre de 1938. La Conferencia de Múnich

La información de la comisión llegará a partir del día 16 de septiembre a Gran Bretaña. Por consiguiente y tras escasos días de deliberación, el paso a dar era muy obvio. Los territorios checos han de cambiar de manos si no se quiere entrar en guerra contra Alemania. Y había que actuar deprisa. Neville Chamberlain se dirigió al pueblo británico el día 27 de septiembre. Conseguir según él «La Paz de Nuestro Tiempo» salvaría muchas vidas. Así pues, se llegó a la negociación con Adolf Hitler en la ciudad de Múnich.

La presión germana había puesto contra las cuerdas a todos los dirigentes europeos. Todas las piezas encajaban a la perfección en el plan alemán. Sólo faltaba un último paso, una simple firma en un acuerdo legal, que evitara un conflicto bélico y dejara sin aliados a los checoslovacos. La invitación para ratificar los tratados convocó a los asistentes al edificio del Führerbau.

El 29 de septiembre Neville Chamberlain volaría hasta Múnich, reuniéndose por la tarde con aquellos líderes mundiales. La reunión se alargaría hasta bien entrada la noche. Puro formalismo puesto que los allí presentes sabían el resultado de antemano. De madrugada, el 30 de septiembre, el destino del mundo lo sellarían los líderes de las grandes potencias Europeas en la Conferencia de Múnich.

Firma de Adolf Hitler
Firma de Neville Chamberlain
Firma de Benito Mussolini
Firma de Édouard Daladier

Consecuencias de la conferencia de Múnich

La parte checoslovaca jamás fue invitada a la reunión que se efectuó en la ciudad de Múnich. A pesar de las protestas del presidente checoslovaco Edvard Beneš, los representantes de los países más poderosos de Europa abandonaban una alianza a favor de otra incierta. Los checos se quedaban solos, en lo que se describió en palabras de Edvard Beneš como un acto “acerca de nosotros, sin nosotros y contra nosotros”.

Las consecuencias del tratado fueron inmediatas. Desde el día 1 de octubre hasta el día 10, 2.833.000 habitantes checoslovacos germanos se convirtieron automáticamente en ciudadanos del Tercer Reich. Las familias eslavas fueron expulsadas del área ahora perteneciente a Alemania. Se cedieron un total de 41.596 metros cuadrados de superficie y las potentes fuerzas armadas checoslovacas, fueron obligadas a capitular y entregar las armas ante la impotencia de un país que perdía de la noche a la mañana el 29,6% de su territorio.

Edvard Beneš presentó su dimisión como presidente checoslovaco el día 5 de octubre y junto a su mujer Hana, volarían a Londres el día 22 del mismo mes para buscar aliados y crear un gobierno checoslovaco en el exilio. Emil Hácha fue elegido tercer presidente de la República Checoslovaca y juró el cargo el 30 de noviembre de 1938.

Movimientos tras los Tratados de Múnich

El resto de países del este, a las fronteras de la antigua Checoslovaquia, Polonia y Hungría, aprovecharían la debilidad y el momento de confusión para hacerse con los territorios que habían perdido tras la Primera Guerra Mundial. Así pues, el 2 de octubre se perdieron terrenos correspondientes a Silesia en la zona norte, el llamado territorio de Teschen,  mientras que gran parte de la superficie fronteriza de Eslovaquia y Rutenia fue invadida por Hungría.

La Unión Soviética manifestaría su rechazo a la Conferencia de Múnich, viendo una alianza entre Alemania y los países más occidentales de Europa. Tampoco fueron invitados y su posición siempre fue la de defender el acuerdo de proteger la integridad checoslovaca, tal como se había quedado tras la Primera Guerra Mundial. El sentimiento en Checoslovaquia fue de que estarían mejor protegidos por la Unión Soviética que por sus anteriores aliados.

Los países que firmaron el acuerdo en la Conferencia de Múnich acabarían enfrentados a Alemania poco tiempo después. Las condiciones de respetar el resto del territorio checoslovaco incluidas en el tratado de Múnich, fueron desechadas por Adolf Hitler al incluir la superficie checoslovaca en territorio alemán, apenas unos meses después, en lo que se llamó el Protectorado de Bohemia y de Moravia.

Territorios recuperados por Hungría y por Polonia

Conclusiones tras la Conferencia de Múnich

El Congreso celebrado en Núremberg, en el Campo Zeppelin, unos días antes por parte del Partido Nacionalista Socialista Obrero Alemán, había dejado claro en su discurso, por parte de altos cargos miembros de las SS alemanas como Hermann Göring, que los checoslovacos eran una raza inferior que debía de ser conquistada.

A día de hoy, aquellas hojas que marcarían el devenir de los checos se encuentran expuestas en el Monumento Nacional de Vítkov. Las cuatro páginas de las que consta el documento se muestran al público en una vitrina, donde aparecen las firmas de los cuatro representantes en la última página. El escrito es una de las copias originales y está completamente redactado en alemán.

Uno de los mayores errores de la historia lo describen algunos, ya que dio alas a la expansión alemana posterior, a quedarse con la industria checoslovaca y poder comenzar la invasión polaca apenas un año después, bajo la mirada atónita de los aquí firmantes. Sin duda la Conferencia de Múnich fue el punto de inflexión que marcó el porvenir del siglo XX.

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